La inmutabilidad de Dios


La inmutabilidad de Dios

Saludos Apreciables lectores...


¿Cómo sería Dios si su naturaleza fuera cambiante? No lo sabríamos nunca, porque hoy sería una cosa y mañana no sabríamos decir. De hecho, todo cuanto se dice de Dios se desplomaría, pues todos los atributos de Dios están amalgamados entre sí. El atributo de la omnipotencia si dijéramos que Dios no está en todo lugar (omnipresencia), queda destruido, así omnipotencia y omnipresencia hacen parte de la naturaleza de Dios. La inmutabilidad de Dios es al menos, una parte fundamental en la eternidad, fidelidad, verdad, amor, justicia etc., de Dios. Todo lo que Dios es, no está sujeto al cambio de los tiempos terrestres por solo el hecho de estar en la tierra de forma especial, el tiempo es para el humano pero no para Dios. Así que el cambio es natural para los que viven en el tiempo porque en los tiempos suceden los cambios, pero para el que vive sin el tiempo, no tiene tiempo para el cambio. Pero que Dios no cambie no es por razón del tiempo sino por razón de su naturaleza; sin embargo, el hecho que la eternidad no es tiempo sino eternidad, y que Dios vive en la eternidad es prueba que Dios no cambia. Así que, podemos estar seguros que el Dios del Antiguo Testamento es el mismo Dios del Nuevo Testamento.

Importante también es decir que lo que Dios reveló de sí a los hombres en el lejano pasado, no se altera en nada por lo que reveló en el cercano. O sea, Dios se reveló a Abraham, pero lo que de Dios conocemos por la revelación a Abraham no queda obsoleta con lo revelado a los Apóstoles, más bien se complementa la revelación. Pero vemos progresión de conocimiento, proceso de transformación en la mente humana de la manera de conocer a Dios a lo largo de la Historia. ¿No es eso transición? ¡Claro que sí!

Dios es lo que siempre es. El problema del hombre es creer, que sabe todo respecto a Dios, ¡NO ES CIERTO! {Juan 3:2}. Es muy notable la forma que Pablo usa para explicar cuánto sabemos de Dios: “Lo que de Dios se conoce”, dice él, Rom., 1:19, o sea no conocemos todo, sino “lo que de Dios se conoce”, esa frase expone la modestia de Pablo. Digo esto porque la plena perfección de la naturaleza divina no puede ser conocida enteramente por el hombre. Esto es prueba de que fue necesario una revelación gradual. Pero aunque el hombre nunca ha conocido el todo de Dios, Dios es lo que siempre es. Lo que de Dios se conoce no es todo lo que Dios es; sin embargo, lo conocido de Dios fue absolutamente suficiente para que los escritores sagrados, en el N T., llegaran a conclusiones que desvelan una teología lejana a la trinidad y que no solo son insinuaciones sino conclusiones que debemos creer sin vacilación, por ejemplo:

1ª Juan 5:20 “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna.

Partiendo de la premisa de que la fe Apostólica en base a las Escrituras es que el Dios verdadero es único sin más ni menos, podemos ver lo que Juan está diciendo sin ninguna figura difícil de entender.

1)      Si el Dios verdadero es único, sin menos ni más Jn., 17:3,

2)      Y el Hijo de Dios (Jesucristo) ha venido y es el verdadero Dios 1Jn., 5:20,

3)      Entonces Jesucristo (el Hijo) es el Dios único, sin menos ni más.

Esa es una conclusión suficiente, sin especulación, y concordante con toda la revelación tanto antiguo como Novo testamentaria. Cuando la fe Apostólica se aleja abismalmente de la trinidad, nos enteramos que no hay necesidad de la trinidad. En esta forma de creer, primitiva y autorizada, la naturaleza de Dios, no sufre cambio, sigue fiel a la doctrina de la unicidad. Podemos decir siendo coherentes con la inmutabilidad que Dios no cambia y que la revelación pasada coincide con la del N T.

El trinitarismo nos inculpa (a los unicitarios) de “monoteísmo serrado”. Con esto quiere decir (el trinitario) que no damos lugar ni a más dioses, ni a personas en la divinidad. La misma frase (Monoteísmo serrado), ocupan para referirse a la fe judía en cuanto a Dios. A toda honra sostenemos creer en un monoteísmo serrado, porque Dios no cambia, si Moisés y los Apóstoles no conocieron Dios trinitario, su monoteísmo era serrado y nos complace saberlo. Pero cuando estudiamos el trinitarismo en relación a la revelación bíblica, siendo francos, vemos un cambio en la esencia de Dios, pues en las escrituras no se conoce a Dios como es conocido en el mundo trinitario. Aunque el trinitario alegue que Dios no cambia, en la forma de su fe contradice lo alegado.

La trinidad no es parte de la transición de Dios, pues ésta (la trinidad), no es un tema legítimamente bíblico. La trinidad no nace en la biblia, sino del pensamiento aprovechado del deficiente lenguaje humano para explicar la gran obra sobrenatural de la redención de Dios en la biblia.

La transición se trata de la transformación del pensamiento del hombre respecto a Dios, por una revelación divina y gradual en la historia, y no de las ponencias filosóficas de los hombres para formar cambios en la esencia divina. Es Dios educando a la humanidad para un conocimiento de su ser y no al contrario.

Dios es el mismo siempre, no cambia. Si no fue un Dios trinitario antes, no lo será hoy. La transición de Dios no incluye un cambio de su esencia. El tema Jesucristo, no violenta a la revelación del A T., ni concede permiso para encaminarnos a cambiar la esencia divina como fue conocida, sino solamente complementa lo que antiguamente fue revelado. De manera que aceptar el concepto trinitario es confesar de forma indirecta, en comparación con el Dios de la biblia, que Dios cambia. El “uno”, referente a Dios, es entendido bien distinto por el hombre trinitario, que como es entendido por los hombres santos e inspirados por Dios en la biblia. Este es un punto que debería considerarse.

Dios es inmutable. Los que quieren encontrarse en el lugar correcto, no deben desfigurar la revelación de Dios; pero sí, deben permitir que Dios ilumine su mente y corazón para saber digerir el punto principal del A. T. y el del Nuevo, que en esencia es el mismo Jesucristo. El único fin de las escrituras es revelarnos a Jesús; todo lo demás solo es parte de una historia maravillosa en la que Dios estuvo en transición en el corazón de la humanidad hasta su revelación en el tiempo de la encarnación.


Que la paz de Cristo esté siempre con y en ustedes...

Atte., J. Samuel Castillo E. 

Pastor y Director de Educación Cristiana de la Iglesia Apostólica Monte Tabor   

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